ORGÍA ANTIOCKHAMISTA.
Todas
las Lucías que habitaban ese mundo gozaron de consecutivos orgasmos. Lucía era,
y es, mi amor. Uno de mis amores. Pienso a menudo en ella. En muchas Lucías,
puede que jamás en la verdadera Lucía, si acaso existe. Y todas ellas viven
hechas carne en un mundo paralelo creado a la medida de mis deseos, en un mundo
terrenal que emana de los designios de mi mente onanística y verde, pero
también tierna. Un mundo terrenal de Lucías complacientes y dormidas, lloronas
y alegres, desnudas, vestidas y disfrazadas, que no visité nunca salvo
accediendo a mi mente, la misma que lo crea y disfruta prácticamente cada día.
Es uno de mis harenes. Y si algún día algún astronauta – dios no quiera que se
trate de astronautas de otras especies, de otros mundos – llega a ese mundo…
bien, seguramente estén ya todas muertas, al igual que servidor.
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